8 de septiembre de 2010

Final alternativo de Moulin Rouge #1

Como todos (los que conozcamos la historia) sabemos, Christian se fue del Moulin Rouge corroído por los celos hacia el Duque. Nunca se molestó en intentar saber lo que le pasaba a Satine por la cabeza, sus motivos, sus razones; él simplemente se cegó por los celos, y se marchó del mítico edificio, y de la vida de la cortesana a la que tanto había amado y a la que ahora despreciaba.

Christian se dedicó desde ese momento a olvidarla con todas sus fuerzas: pasaba el día trabajando, ahora un guión, ahora un poema, ahora alguna participación extra en una obra para subsistir; al acabar el trabajo, siempre se le acercaba alguna fulana, o la buscaba él, para mitigar sus penas, entre falsas caricias rehogadas con alcohol.

Siempre le venía algún chismoso truhán de aquellos bohemios que tan bien iba conociendo durante su estancia en Paris, en la famosa Bohème, que le contaban cualquier cosa sobre Satine: que se la había visto con el Duque, o que seguía ejerciendo como cortesana entre bambalinas, ya que la obra estaba yendo peor; realmente, a Christian le daba igual. Sus celos le habían vuelto tan loco que cualquier cosa que le contasen podía creerla, y él además la aderezaba en su imaginación.

Así, fueron pasando las semanas, los meses, los años... Hasta que dejaron de llegarle comentarios sobre Satine, la perdió de vista y siguió con su espiral de falsos amores, alcohol y mala vida hasta que una mañana lo encontraron muerto en un callejón, con lo que hoy en día llamaríamos una sobredosis alcohólica que después de tantos años bebiendo había acabado por destrozarle el hígado y provocarle la muerte.


Lo que Christian nunca llegaría a saber es que Satine nunca le dejó de amar, que pasó su vida esperando que en algún momento él apareciera por el Moulin Rouge, que comprase una entrada y se sentase entre el público, y ella alcanzara a verlo; por eso, cada noche, en la obra, intentaba mirar las caras de todas y cada una de las personas que habían asistido con la esperanza de encontrarlo allí, mirándola, aunque fuese con un pequeño atisbo del amor que había sentido por ella; pero cada noche, la obra terminaba. Cada noche, se le acercaban decenas de personas intentando conocerla, decirle lo mucho que los había maravillado. Cada noche, algún caballero (o no) sugiriéndole pasar un buen rato entre sábanas. Y nunca, en los siete años que la obra se mantuvo en cartel, apareció Christian.

Al final, Satine terminó casándose con el Duque, que la retiró de su vida bohemia (tal como había ansiado todos aquellos años) y al cabo del tiempo incluso se convenció de que ella realmente había aprendido a amarlo y respetarlo. Las artimañas de cortesana nunca se pierden para según qué cosas.

Lo que ni el Duque, ni Christian, ni nadie más en el mundo sabía, es que cada noche, antes de dormir, duante lo que le quedó de vida, el último pensamiento en la cabeza de Satine fue:

Come what may...

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